martes, 25 de noviembre de 2014

Juglaresa GERENA, la Malcasada



Juglaresa GERENA

    Desconocida mujer, ni siquiera conocemos tu nombre, tan sólo el patronímico de la ciudad sevillana que te vio nacer y el apellido de tu esposo "el caballero cristiano Garci-Ferrandiz". La única referencia de tu existir es la que hace Alfonso Baena que te cita en su Cancionero.

  Si en cualquier tiempo ha sido difícil para la mujer tener que ganarse el propio sustento, más gravoso debió ser para ti cuando abandonada por tu marido te viste obligada a trovar y bailar por todo el Reino de Granada para lograr el sustento tuyo y el de tus hijos. Embarazosa situación la que tuviste que vivir en una época en la cual se pasaba de la patria potestad del padre a la del esposo y el reconocimiento jurídico y social sólo se alcanzaba en tanto que se era mujer casada.
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  ¿Eras trovadora o juglaresa? Ya hemos visto que en la época musulmana hubo varias juglaresas que recibían el nombre de "qainas", como es el caso de Qamar, la esclava cantora que tañía instrumenos para acompañar las canciones y por esta misma época -siglos XII y XIII- florecieron las "trobairitzs" provenzales: Azalais de Marsella, Beatriz Condesa de Dia, Reina des Mallorques, pertenecientes todas ellas a la nobleza. Pero en los reinos cristianos de la Península, las mujeres no gozábais de la misma libertad que aquellas. Consideradas de vil condición desde la época del rey Alfonso X, las soldaderas y juglaresas os movéis en una posición ambigua de minoría marginada.
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    Difícilmente serías considerada mujer honesta, GERENA, tal vez llevases la "toca azafranada" de las mancebas o quizá, contraviniendo las normas dictadas, te vistieses de hombre para poder actuar sin dificultades. (....../ ......)

    Pienso que bien pudiera haber formado parte de tu repertorio este villancico que figura en el "Cancionero musical de Palacio" y glosa el tema de la malmaridada. En cualquier caso, creo que no hubieses tenido inconveniente en ponerle rúbrica.
 
De ser malcasada
no lo niego yo
¡Cautivo se vea
quien me cautivó!

Cautivo se vea
y sin redención;
dolor y pasión
con él siempre sea;
su mal no se vea,
pues el mío no vio.
¡Cautivo se vea
quien me cautivó!

Yo, triste cuitada
la muerte deseo
y nunca la veo,
que soy desdichada.
Tan triste casada
ya nunca se vio.
¡Cautivo se vea
quien me cautivó!

Mugeres casadas
que tal padecéis
si vida tenéis,
sois muy desdichadas;
seréis lastimadas
si sois como yo.
¡Cautivo se vea
quien me cautivó!

   Gerena, mujer incónita, te imagino inventando canciones para habitar el día a día que se desbroza gris sobre los hombros. Escrutando una nota alegre con la que aquietar el hambre de tus hijos y conjurar su llanto.
Seguro que las arpías meneaban sus cabezas a tu paso, porque estabas dispuesta al todo por el todo.
Bordearé tu vestido con pétalos de tagetes azafranados.



Del libro: Mujeres en el umbral de la historia.
(Epístolas a las Mujeres españolas de los siglos X al XVI)
Autora: María Rosa Jaén
Colección: La Fuente sepultada.
Pub. Asociación de Escritores y Artistas Españoles
Madrid, 2005


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