sábado, 19 de octubre de 2013

Luisa de Medrano, Francisca de Nebrija


  Y otras mujeres universitarias

   Doctísimas Señoras:
Gracias a la correspondencia que mantuvieron con el humanista y cronista italiano Lucio Marineo Sículo, y a su libro Cosas memorables de España sabemos que usted, doña Luisa de Medrano, fue una de las primeras mujeres que ocupó un sillón en la Universidad. “En Salamanca conocimos a Luisa de Medrano, doncella eloqüentísima. A la que oymos, no solamente hablando como un orador, más bien leyendo y declarando en el estudio de Salamanca libros latinos públicamente”. Es difícil hallar algún otro testimonio sobre usted, a la que en ocasiones se la nombra como Lucía Medrana, es el caso del rector de Salamanca, Pedro de Torres, que confirma la obtención de la cátedra en 1508 exaltando su elocuencia y juventud. Se cree que nació en Atienza (Guadalajara), en 1484.

   Los Estudios Generales o Universidades de Cervera, Granada, Segovia, Sevilla, Toledo, Valladolid y sobre ellas, la de Salamanca a la que llegaron a concurrir siete mil alumnos, la mayor parte pertenecientes a la alta nobleza, y la recién inaugurada de Alcalá de Henares (1508) alcanzaron su mayor auge. “No es tenido por noble, -decía Pablo Giovio- el español que muestra aversión a las letras y a los estudios”.
No hay que ser muy sagaz para comprender que el número de mujeres afectadas por esta, “Costumbre no extendida fuera de España, esta de admitir a mujeres y que en este país dejó de serlo en tiempos posteriores”, fuese significativo en el ámbito europeo, aunque exiguo. De otro modo, el mismo Lucio Marineo no hubiese podido determinar: “Vimos los días pasados en la villa de Alcalá de Henares a la doncella Isabel de Vergara, (*) dottísima en letras latinas y griegas. Assí mismo, en Segovia, vimos a Juana Contreras, nuestra discípula, de muy claro ingenio y singular erudición”. Otra de las universitarias sobre la que tenemos noticias de su paso por la de Salamanca es Clara Chitera, que se hallaba inscrita en 1546.

   Fue en la Universidad de Alcalá de Henares donde usted, doña Francisca Martínez de Nebrija, impartió su docencia incluso es probable que naciera en ese mismo lugar, aunque la escasez de datos sobre usted es pareja a la de sus contemporáneas. Sólo sabemos que fue la única mujer de los siete hijos que tuvo su padre.
   Elio Antonio Martínez de Cala e Hinojosa, aquel que firmaba como “Nebricensis”, (latín) o como “N” en lengua romance para significar su procedencia de Nebrija, fue uno de los hombres más inteligente de Europa. De él sabemos que estudió Ciencias y Humanidades en la universidad salmantina y se trasladó a Italia donde anduvo por las universidades de Bolonia, Florencia, etc. Regresó de nuevo a España, en 1473 y conocemos su paso por las de Sevilla y Salamanca donde daba clases de Gramática y la recientemente fundada por el Cardenal Cisneros, donde impartía estudios de Retórica al tiempo que colaboraba en la elaboración de la Biblia Políglota Complutense.
   ¿Cómo podía alternar las clases entre una y otra ciudad?. Las distancias en su época se tardaban días en recorrerlas. ¿Acaso no será que desde el inicio usted, doña Francisca, asumió la enseñanza en el aula complutense?. Docencia que sólo sería reconocida a la muerte de su padre en 1522. Difícil es saber hasta dónde llegó su pluma y el espíritu heredado de una curiosidad intelectual como la de él. Unos conocimientos que abarcaron materias tan diversas como la arqueología, cosmografía, botánica, filosofía, teología, poética; que dio a la imprenta textos que van desde la revisión de discursos latinos y griegos, pasando por un Libro de la Educación; una Introducción a la Gramática latina y la famosísima Gramática de la lengua castellana con sus Reglas de Orthografía castellana.
   Nunca sabremos, doña Francisca, cuántos de esos libros estuvieron marcados por sus horas quitadas al sueño bajo la luz de las velas, pero sí que estamos seguros de su eficaz e incógnita colaboración.
  Hemos de agradecer la pervivencia de vuestros nombres por las alabanzas que sobre vosotras hicieron varones tan ilustres como el ya citado cronista italiano o Luis Vives en su libro Instrucción de la mujer cristiana, publicado en 1514. El pedagogo y filósofo reconoce las aptitudes intelectuales y el derecho a la instrucción que tenían las mujeres, dice : « Hay algunas doncellas que no son hábiles para aprender letras; así también hay de los hombres; otras tienen tan buen ingenio que parecen haber nacido para ellas o a lo menos, que no se les hacen dificultosas. Las primeras no se deben apremiar a que aprendan; las otras no se han de vedar, antes se deben halagar y atraer a ello y darles ánimo a la virtud a que se inclinan”.
   Isabel Losa o de Córdoba, como se la conoce por haber nacido en la ciudad andaluza hacia 1473, es otro de los nombres incorporados al florilegium de féminas graduadas, -gracias a Luis Vives-, que dice haber llamado su atención por sus estudios de latín, griego y hebreo y su saber en filosofía y teología, disciplinas en las que obtuvo el título de Doctora, alcanzando a departir desde el púlpito sobre ambas materias durante su estancia en Italia. Tras la muerte de su esposo ingresó en la Orden de las clarisas y fundó varios centros de beneficencia, muriendo en 1546 en la capital italiana.
  El derecho a saber debía ajustarse a las facultades propias del sexo y desgraciadamente el espíritu de la Reforma y Contrarreforma acabó con las aspiraciones femeninas y hacia 1590 se cerraron las puertas universitarias que no volverían a abrirse para las mujeres hasta bien entrado el siglo XX.
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   Mis doctas señoras: Vuestra independencia intelectual no puede dejar de sorprendernos, aunque ésta estuviese limitada a las clases privilegiadas vuestra actitud propició el auge de la cultura y el ser conocidas como puellae doctaes en toda Europa, sin embargo, también fuisteis las que con el tiempo visteis como erais tratadas de forma despectiva en amplias esferas sociales y sobre vosotras recayó el dicho popular:“Ni moza adivina, ni mujer latina”.
   Comenzó a imperar el pensamiento de Fray Luis de León quien expuso su retrato modelo de mujer cristiana, en su obra La perfecta casada dice: “Así como a la mujer buena y honesta la naturaleza no la hizo para el estudio de las ciencias, ni para los negocios de dificultades, sino para un solo oficio simple y doméstico, así les limitó del entender, y por consiguiente, les tasó las palabras y las razones”
.... “Y pues no las dotó Dios ni del ingenio que piden los negocios mayores ni de fuerzas que son menester para la guerra y el campo, mídanse con lo que son y conténtense con lo que es de su suerte, (y entiendan en su casa, y anden en ella) pues las hizo Dios para ella sola”.
   Las mujeres ávidas de cultura a las cuales ustedes representaron, se vieron confinadas a las rejas del hogar o del convento y se generalizó la idea de que la instrucción era perniciosa para las féminas siendo objeto de mofa en sátiras como, La culta latiniparla, de Quevedo o Calderón de la Barca que tampoco le fue a la zaga, cuando hace exclamar a uno de sus personajes, en su obra No hay burlas en el amor:
...”más remédielo yo
aquí el estudio acabó,
aquí dio fin la poesía,
libro en casa no ha de haber
de latín que yo no alcance.
Unas horas en romance
le bastan a una mujer,
labrar, bordar y coser
sepa sólo, deja al hombre
ésto, que te he de matar
si algo te escucho nombrar
que no sea por su nombre.

   ¡Ay!. Estos hijosdalgos que al comprobar la claridad de las mentes femeninas no se atreven a ponerlas en su círculo y temiendo no estar a la altura, tragan saliva e imponen sus cotas.
   Recibid nuestra admiración y respeto con flores de salvia.

  




(*) Es muy probable que sea la misma Isabel de Vergara a la que se atribuyó la traducción del libro de Erasmo, que María Cazalla negó haber escrito.