domingo, 15 de septiembre de 2013

MILEVA MARIC. La otra cara de Einstein



MILEVA MARIC

La otra cara de Einstein


   Mileva Marić (1875 -1948) Nació en Titel, en la provincia de Vojvodina, (actualmente, Serbia) Era la tercera hija de una acomodada familia. Fue una matemática que dio clases a quien sería su marido. Albert Einstein, la primera colega y confidente de él. 

    En 1896 Mileva y Albert se conocieron en el Instituto Politécnico Federal de Zurich estudiando la carrera de física. Ella era la única mujer inscrita en matemáticas y fue la primera mujer que se licenció en física. Einstein comenzó sus estudios el mismo año. Más tarde, en 1901, Mileva tuvo que abandonar el Instituto, al quedar embarazada antes de casarse, Tuvieron una hija de nombre Lieserl, la cual se cree que fue dada en adopción, aunque su verdadero destino es incierto. Mileva Marić abandonó el politécnico de Zurich sin ningún certificado y no continuó su doctorado. Él no llegó a ver a su hija y el tema se mantuvo en secreto, hasta que unos biógrafos descubrieron unas cartas de Mileva enviadas a sus padres. 

   Si bien los biógrafos del genio coinciden en que “los dos eran bastante feos”, Mileva reúne más defectos al decir de ellos: no sólo cojeaba a causa de una coxalgia congénita (artritis muy dolorosa), sino además era taciturna y ¡cuatro años mayor que él! La madre de Einstein, una alemana xenófoba, no vio nunca con buenos ojos a la serbia: “Ella es un libro, igual que tú..., pero tú deberías tener una mujer. Cuando tengas 30 años, ella será una vieja bruja”. Como sea, la pareja se flechó porque hablaban el mismo lenguaje: ella le dio clases de matemáticas, que nunca fueron el fuerte de Eisntein, preparaban juntos sus exámenes y compartían el interés por la ciencia y la música. En 1900 él le escribe: “Estoy solo con todo el mundo, salvo contigo. Qué feliz soy por haberte encontrado a ti, a alguien igual a mí en todos los aspectos, tan fuerte y autónoma como yo”. Existen varias cartas del noviazgo en las que Einstein debate con ella sus ideas de la relatividad e inclusive se refiere a “nuestra teoría” y le da trato de colega.

    A partir de estas evidencias , el investigador E. H. Walker concluyó que las ideas fundamentales de la teoría de la relatividad fueron de Mileva Maric, quien no concluyó la carrera dado que se hizo cargo del cuidado de los hijos: su primera hija murió al año y medio de edad; más tarde tuvieron dos hijos, uno con retraso mental, lo que desde luego exigió más cuidados…, de ella. 

   Así que él consiguió un puesto académico y tuvo tiempo para concluir sus estudios y desde luego para desarrollar la teoría arrogándose todo el crédito. El solo hecho de sugerir un plagio o que el cerebro masculino privilegiado de Einstein no sea tal, sigue desatando polémica en la sociedad científica . John Stachel, por ejemplo, replicó de inmediato a Walker: “Si bien es encomiable rescatar la figura de Mileva de la oscuridad, la historia de Einstein explotando a su esposa y robando sus ideas suena más a película de Hollywood que a una evaluación seria de las evidencias”.

     El grado de participación en sus descubrimientos es muy discutido fuera del ámbito científico. Ella era física y matemática, se sabe que participó en la primera etapa de su teoría, pero él nunca la mencionó. Decía: “Muy pocas mujeres son creativas. No enviaría a mi hija a estudiar física”

                           Albert y Marić se casaron el 6 de enero de 1903

  De este matrimonio nacieron Hans Albert Einstein, quien luego sería profesor de Ingeniería Hidráulica, en la Universidad de California, en Barkeley, y Eduard Einstein, quien fue internado en un instituto de salud mental, por padecer esquizofrenia.

   En una carta que Mileva Maric dirige a su amiga Helene Kaufler le informa satisfecha del logro alcanzado: “Hace poco hemos terminado un trabajo muy importante que hará mundialmente famoso a mi marido”.


   ¿Cómo rescatar aquellas largas conversaciones en que dos inteligencias brillantes fueron conformando la teoría a partir de un acertijo? ¿Aparecerán algún día papeles que confirmen que una mujer fue capaz de pensar y estructurar algo tan complejo como esa teoría? 

¿Será verdad que existen pruebas de que Einstein destruyó las cartas que hubieran podido probar la autoría de Mileva en la teoría de la relatividad? En esa pareja de físicos alguien tenía que cuidar a los niños, especialmente a uno que padecía trastornos mentales graves; alguien tenía que lavar y preparar la comida, y ése fue el papel que Einstein y la sociedad patriarcal asignaron a Mileva, quien subordinó todas sus aspiraciones a los objetivos de él, puso todos sus conocimientos a su servicio. Èl eligió el camino de la ciencia. 

    Walker volvió a la carga citando a un físico ruso que en los años 60 vio los manuscritos de 1905, los cuales estaban firmados Einstein-Mariti (Maric en húngaro), pero los originales no han aparecido. Finalmente, los defensores de Einstein cuestionan aún hoy: “¿y por qué Mileva nunca reclamó la autoría?”, el mismo argumento que se esgrime para dudar de la víctima cuando denuncia una violación años después.

   Al paso del tiempo la relación se tornó disfuncional. Ella ya no le resultaba divertida ni le aportaba nuevas ideas ni conocimientos. Las “reglas de conducta” que Albert Einstein le impuso por escrito son una cruda muestra de su autoritarismo y, a su vez, de la violencia sorda y psicológica que ejerció contra su esposa:

    Te encargarás de que:
1. Mi ropa esté en orden. 
2. Que se me sirvan tres comidas regulares al día en mi habitación. 
3.  Que mi dormitorio y mi estudio estén siempre en orden y que mi escritorio no sea tocado por nadie, excepto yo.
4. Renunciarás a tus relaciones personales conmigo, excepto cuando éstas se requieran por apariencias sociales. 
5. En especial no solicitarás que me siente junto a ti en casa. 
6. Que salga o viaje contigo.
7. Prometerás explícitamente observar los siguientes puntos cuando estés en contacto conmigo:
8. No deberás esperar ninguna muestra de afecto mía ni me reprocharás por ello. 
9. Deberás responder de inmediato cuando te hable. 
10. Deberás abandonar de inmediato el dormitorio o el estudio y sin protestar cuando te lo diga.

Por último, prometerás no denigrarme a los ojos de los niños, ya sea de palabra o de hecho.”

   Einstein volvió a casarse en 1915 con la prima de Mileva, Elsa, quien también era separada y con dos hijas. Un año después dio a conocer su teoría general de la relatividad durante un periodo pleno de vivacidad y alegría. ¿Y quién no estaría contento y productivo, si Elsa le organizó el hogar para su trabajo de investigación? Obedecía todas sus órdenes como restringirle el número de visitantes que aspiraban a hablar con él, ya que para entonces su fama era enorme.

   De los hechos se desprende que Einstein no quiso formar una pareja científica ni conceder ningún crédito en su teoría a Mileva. Y quizá de alguna manera le pagó su aportación a la teoría de la relatividad al otorgarle el importe en metálico del Nobel de Física, ocho años después del divorcio. Dinero que Mileva utilizó para proporcionarle a su hijo Eduard una mejor atención médica.

   Aún antes de conocer a Mileva, Einsten ya había dado muestras de su acendrado machismo durante la relación con Marie Winteler, la hija de su casero. Bastó que ella le manifestara su entusiasmo por irse de maestra a Olsberg para que Albert la acusara de “querer acabar con su relación”, cosa que no le impidió seguirle enviando su ropa sucia para que se la lavara.

   Las mujeres eran para él, además de manos que trabajan en todas las cosas fútiles del mundo, un objeto. Estaba convencido de que “muy pocas mujeres son creativas". No enviaría a mi hija a estudiar física. Estoy contento de que mi segunda mujer no sepa nada de ciencia”. Decía también que “la ciencia agría a las mujeres”, de ahí la opinión que le merecía Marie Curie: “nunca ha escuchado cantar a los pájaros”. Aun así, ese hombre de aspecto bonachón a los ojos del mundo que tenía el cerebro lleno de fórmulas y de ideas machistas, se atrevió a acuñar una frase hoy célebre: “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.

   Durante toda su vida Albert Einstein estuvo convenientemente rodeado de mujeres, a pesar de que repelía su presencia: “Lo que yo admiraba más en Michele, como hombre, era el hecho de haber sido capaz de vivir tantos años con una mujer, no solamente en paz, sino también constantemente de acuerdo, empresa en la que yo, inevitablemente, he fracasado dos veces”. Margot, hija del primer matrimonio de Elsa, le acompañó en Princeton hasta su muerte, cubierta de fama y gloria, en 1955.

   El año 2005 fue declarado el Año Einstein, al cumplirse el centenario de la publicación de la teoría de la relatividad. Es difícil que en ese aniversario se mostrase que detrás del genio simpático y despreocupado de melena blanca y crespa habitaba un misógino que en el fondo menospreciaba a las mujeres, y más bien las prefería lerdas. ¿Salieron a la luz los claroscuros de su personalidad?

   Bertrand Rusell definió a Albert Einstein como “alguien a quien los asuntos personales no le ocuparon gran cosa de su mente… Pero alguien debía hacerlo y ese era el papel que reservaba a sus mujeres, es decir la responsabilidad del hogar y el cuidado de sus hijos”.

   Mileva Maric, la física-matemática, después de divorciada vivió algunos años en Berna, confinada en su casa. Murió sola y olvidada en un hospital de Zurich en 1948. 

 Me preguntó ¿qué habría pasado de haber podido continuar sus estudios y tener todo el tiempo para dedicarse a ellos?




  
Fuentes:

“La mujer detrás de Einstein”, La Jornada, 1/4/91 Arthur Spiegelman, “Einstein le leyó la cartilla a su esposa…”, La Nación, 23/11/96 Albert Einstein, Cartas a su novia Mileva, Princeton University Press, 1987




jueves, 5 de septiembre de 2013

JOSEFA AMAR Y BORBÓN, Ilustrada escritora


Josefa Amar y Borbón
Ilustrada escritora

    Nació en Zaragoza en el año 1753, fue bautizada el 4 de febrero en la iglesia de San Miguel de los Navarros. Era hija de D. José Amar y de Dª Ignacia Borbón. Fue la primera hija, después de cinco varones.

   La tradición profesional e intelectual familiar, por ambas ramas, había sido la medicina. Su padre desempeñó la cátedra de Anatomía desde 1743 y publicó varias obras sobre la pulmonía, el tifus o tabardillo y la viruela. Prestó sus servicios como médico real de Fernado VII y Carlos III, por influencia de su suegro que también era médico. Los hijos se dedicaron a la milicia y la iglesia. El mayor de ellos, Antonio José Amar y Borbón, llegó a ser nombrado virrey, capitán general y presidente de la Audiencia de Nueva Granada en 1802.

   Indudablemente, el ambiente familiar en que se educó Josefa Amar pudo tener una influencia significativa en el desarrollo posterior de sus aptitudes intelectuales. Pero no menos puede afimarse de la labor que desempeñaron sus dos preceptores: Rafael Casalbón, eminente helenista, fue bibliotecario real. Antonio Berdejo, presbítero, fue miembro de la Sociedad Económica Aragonesa y también un experto en lenguas clásicas. Sin desdeñar los idiomas modernos enseñaron a Josefa, junto con el latín y el griego, el francés, inglés e italiano, llegando a dominarlos. Asímismo conocía el portugués, catalán y un poco de alemán.

   Josefa Amar fue una lectora apasionada, alcanzó una erudición más que notable que ejerció con independencia de juicio y dentro de los parámetros del europeísmo universalista de la época. Conocía toda la obra de los ilustrados e ideólogos franceses y su pensamiento pasó de una avanzada Ilustración a un convencido Liberalismo. Aborreció la extrema religiosidad de la cultura de la época y se mostró en todo como una laica convencida; nunca citó a escritoras religiosas: para ella, como si Santa Teresa y sor Juana Inés no hubieran existido. Su feminismo fue muy radical, desaprueba que las niñas se eduquen en conventos de monjas y que incluso existan los conventos.

   A los 23 años se casó (o más bien la casaron) como era lo habitual en la época, con Joaquín Fuertes Piquer, oidor de la Real Audiencia de Aragón. Viudo de 47 años de edad, al que apenas conocía. Su hijo Felipe Fuertes Amar murió trágicamente en Nueva Granada.

   En 1782 fue nombrada socia de mérito de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País. En 1787 lo fue de la Junta de Damas, vinculada a la Real Sociedad de Madrid, y posteriormente de la Real Sociedad Médica de Barcelona. 

  Se dedicó principalmente a la traducción de obras extranjeras, mayoritariamente científicas. Entre 1782 y 1784 tradujo anotados los seis tomos del Ensayo histórico-apologético de la literatura española contra las opiniones preocupadas de algunos escritores modernos italianos. Disertaciones del Abate don Xavier Lampillas. A la cual añadió un Índice alfabético de los principales autores y materias que comprendían los seis tomos, para comodidad de los lectores. Se publicó en Madrid, 1786.

   La Sociedad de Amigos del País de Zaragoza le encargó además la traducción del Discurso sobre el problema de si corresponde a los párrocos y curas de aldea instruir a los labradores en los elementos de la economía campestre.  En 1783 escribió una Aritmética española y tradujo el Diario de Mequinez. residencia de Fez y Marruecos, con motivo de la embajada del caballero Stewrt en el año 1721, para tratar del rescate de los cautivos ingleses. Traducción del inglés.
   
   Defendió  la independencia y dignidad de la mujer, por medio de su traducción de uno de los libros europeos más famosos sobre el tema, el de Knox, Essay moral and literary, en ella corregía algunas ideas de éste, principalmente en lo tocante al gobierno de los pueblos por mujeres. Constaba de dos tomos y, según parece, se perdió uno.

   Entre 1786 y 1790 escribió varios discursos entre ellos, Oración gratulatoria a la junta de Señoras dirigido a la Sociedad Aragonesa(1787) y Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres (1790). En todos estos defiende el feminismo de la igualdad: el cerebro no tiene sexo, y la aptitud de las mujeres para el desempeño de cualquier función política o social, depende de la educación recibida.

   Discurso en defensa del talento de las mujeres, y de su aptitud para el gobierno y otros cargos en que se emplean los hombres. Discurso publicado tras la presentación al Consejo de Gobierno para que diese la licencia para imprimir y remitido a la Censura, tras ser emitido el juicio en 1787, fue publicado en 1790.
"Con que si los vicios de las mugeres tienen tanto imperio sobre los hombres, convengamos en la igualdad física, sin negar por esto las excepciones que convienen a cada sexo".

   Su actuación durante los dos Sitios que sufrió la ciudad a manos de los franceses en 1808 y 1809, fue muy destacada, a través de generosas ayudas tanto en efectos materiales, como en su participación personal en la defensa de la ciudad. Estos esfuerzos le llevaron a sufrir un aborto, perdiendo el hijo que esperaba.
   Josefa Amar y Borbón murió en Zaragoza en 1833. Está enterrada en la Iglesia de San Felipe de Zaragoza.


     Rosa Jaén (R.J.M./5.9.13)