Doña Magdalena Bobadilla,
Condesa de Medellín, hablaba con soltura el latín como si fuese su
lengua materna, paseaba por el salón hablando con unos y otros,
apenas tenía doce años. Edad para ser prometida y casadera, allá
por el siglo XVI.
Junto a una columna, dos
caballeros la observaban como hablaba y comentaban, sin mucha
discreción pese a que ella estaba cercana, uno de ellos dijo:
- ¡Muy discreta será esta niña,
cuando sea mayor!.
El otro caballero, más anciano,
replicó.
- No será así, porque cuando de
niños son avispados, desde que son grandes vienen a ser muy necios.
La condesita, que había escuchado
el razonamiento, intervino en este punto, dirigiéndose al que
acababa de hablar.
- ¡Mucho de ello, debía saber vuestra
merced cuando niño!
El caballero calló, con gran habilidad, le acababa de
motejar de gran necio.
No conviene precipitarse a enjuiciar.
No conviene precipitarse a enjuiciar.
(M.R.J.M./20.6.14)