domingo, 1 de diciembre de 2013

HENRIETTA LEAVITT, ASTRÓNOMA DEL SIGLO XX


Henrietta Swan Leavitt
(1868-1921)

Nació en Lancaster, Massachusetts y se graduó en la la Universidad de Oberlin (1888) y posteriormente en la Universidad de Radcliffe, en 1892. En 1902 se convirtió en miembro permanente del personal del Havard College Observatoy. Pronto destacó por su capacidad y dedicación dirigiendo el departamento de fotometría fotográfica estelar. Pasó mucho tiempo buscando en las placas fotográficas de Harvard estrellas variables en las Nubes de Magallanes. Haciendo uso de un laborioso proceso denominado de superposición, en 1904 descubrió 152 variables en la Nube Mayor de Magallanes y 59 en la Nube Menor. Al siguiente año halló 843 nuevas variables en la Nube Menor de Magallanes.

La historia de Henrietta Leavitt es ciertamente desconocida para el gran público. No figura en muchos libros, ni es conocida a pesar de haber sido una mujer que hizo descubrimientos importantes en un mundo de astrónomos, tradicionalmente «sólo de hombres». Tal y como se cuenta, Leavitt no recibió grandes reconocimientos en su día, ni ninguna medalla, ni premio. Pasó a la historia sin que quedaran tras de ella demasiados documentos sobre su vida, buena parte de la cual sigue siendo un misterio.

En el Observatorio del Harvard College donde comenzó a trabajar para el astrónomo Edward Charles Pickering, muchas mujeres como ella realizaron trabajos de «calculadoras», en parte por vocación, en parte por afición, por lo que ahora equivaldría unos ocho euros la hora. Literalmente, se les pagaba por trabajar, no por pensar.

Las mujeres en Harvard, no podían matricularse en la universidad, mucho menos dedicarse a algo que no fuese ser maestra, costurera, criada o cuidar de su hogar. ¿Por qué contrató Pickering a mujeres? Eran más meticulosas, sistemáticas y habilidosas clasificando estrellas, tenían una mayor concentración y además le salían más baratas (como ahora mismo sucede) Fueron "las computadoras de Harvard".

     La relación periodo-luminosidad

Después de analizar miles de enormes placas fotográficas de las que se usaban a finales del siglo XIX y principios del XX, Henrietta Swan Leavitt se erigió en una de las astrónomas más destacadas del siglo XX, al establecer la relación entre la luminosidad de las cefeidas y el periodo con el que cambian de brillo. Descubrió que cuanto mayor era el brillo, más lentamente oscilaban; las más luminosas tenían periodos que superaban los 50 días, pero las más débiles podían hacerlo en sólo uno o dos días.

Este hallazgo, logrado por Leavitt en 1912, no sólo fue trascendental en el estudio de la naturaleza de las estrellas; también despejó el tortuoso camino hacia la comprensión de las verdaderas escalas cósmicas. Con el patrón establecido de la relación entre el periodo y la luminosidad, los astrónomos dispusieron de uno de los primeros métodos de cálculo efectivos para estudiar la distancia de estrellas lejanas, para las que el método de paralaje era insuficiente. Con éste, el movimiento de la Tierra alrededor del Sol nos permite comprobar el desplazamiento angular de una estrella próxima sobre el fondo del cielo, ya que nuestro planeta se separa unos 300 millones de kilómetros aproximadamente entre un extremo y otro de su órbita. Sin embargo, para los objetos más lejanos el margen es demasiado estrecho.

En la última década de siglo XIX, el Observatorio del Harvard College estableció en Perú una estación austral para fotografiar las constelaciones que no podían estudiarse desde la sede de Cambridge, en Massachusetts. Con el telescopio Bruce, el mismo que usó E. Emerson Barnard para su atlas de la Vía Láctea, se fotografiaron extensas áreas de los cielos australes, en especial las Nubes de Magallanes, cuyos estudios eran prácticamente inexistentes hasta ese momento por la circunstancia de que la mayoría de los astrónomos avanzados vivía en el hemisferio norte.

El Cosmos empezó a "verse". Harlow Shapley dijo en su día, "que le esperaba abundante labor al refractor de Bruce", pero después de la exploración de las Nubes de Magallanes con este instrumento "pasaron muchos años sin que las placas fotográficas nos ofrecieran más datos que los anotados así: «Gran cantidad de cúmulos de estrellas y de nebulosidades gaseosas que confirman las observacions visuales anteriores de Sir John Herschel y otros o también: «La extraordinaria riqueza de estrellas, que no se cuentan por centenares, sino por decenas de miles»". Pero Shapley añadía que "se había estado mirando a las Nubes de Magallanes durante 400 años, pero empezaron a verse a principios del siglo XX". Y ese logro fue obra de Henrietta Swan Leavitt, quien "sentada ante una mesa de trabajo en Cambridge estudiaba con su lente una confusa aglomeración de puntos negros sobre la placa de vidrio".

Durante toda su vida, el título profesional de Leavitt fue simplemente el de «ayudante» (assistant) y ella misma nunca pidió que la llamaran de otra forma. Padeció sordera al poco de comenzar su trabajo en el observatorio, que se acentuaría con los años, de modo que el silencio la acompañaría el resto de su vida. Murió de cáncer en 1921, a los 53 años. Tal y como cuenta Lightman, poco antes había dejado un testamento legando todos sus bienes y posesiones a su madre, en total no llegaban a los 345 dólares.

En 1925, cuatro años después de su muerte, el matemático sueco Gösta Mittang-Leffler escribió una carta a Henrietta Leavitt. Su intención era proponerla para ser nominada al Premio Nobel por sus trabajos sobre las estrellas variables y los cálculos de las distancias estelares. Sin embargo, y puesto que los premios Nobel no pueden ser entregados a título póstumo, nunca llegó a ser nominada.

Hoy en día, a modo de homenaje, el asteroide (5383) Leavitt y el Cráter Leavitt en la Luna deben su nombre a Henrietta Swan Leavitt, la gran astrónoma y «calculadora» americana.






3 comentarios:

  1. Todo un hallazgo tu blog, querida Rosa :) ¡La de cosas que voy a aprender por aquí!

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  2. ¡Gracias a ti, Nanny Dolo! Tenemos la suerte de aprender una de la otra. Besos

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  3. Contigo siempre se aprende, Rosa. Interesante la historia de Henrietta. Un beso.

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